
Hay quienes creen que los cuestionamientos que se han generado sobre el proceso electoral del domingo 2 de abril de 2017 nace de una burbuja en la que solo sucede lo que nos gustaría que pase. En el caso de la elección presidencial, que gane Guillermo Lasso. Pero la negación está, en realidad, en aquellos que piensan que vivimos en una democracia totalmente funcional, cuando la verdad es que el Ejecutivo que lideró Rafael Correa durante una década puso a los demás poderes del Estado a sus pies. Y eso, como no podía ser de otra manera, ha permitido abusos y excesos.

La cancelación de un debate entre Lenín Moreno y Guillermo Lasso propuesto por una organización de docentes afín al gobierno de Alianza País desnuda las ficciones democráticas de la última década.
¿Hay una tragedia más grande que ser el mal que se pretendía erradicar?

La elección presidencial 2017 del Ecuador se ha propuesto por los dos finalistas, Guillermo Lasso y Lenín Moreno, como el escenario de una decisión apocalíptica. Para ambos, en esta votación se juega el estado de la democracia del país y han hecho del rechazo a su adversario la mayor de sus fortalezas, dejando a sus planes y propuestas fuera de la discusión pública.
¿Podemos cuestionar a los candidatos sin que alguien grite continuismo o bancocracia?

A una semana de las elecciones presidenciales del Ecuador, el candidato presidencial de CREO parecería el más opcionado a pasar a segunda vuelta, pero su discurso ha permanecido enfocado en el votante anticorreísta.
¿Se puede elegir a un Presidente que no dialoga con sus adversarios?

El Presidente de la República dijo que su gobierno era responsable político por la corrupción. La consecuencia política lógica de esa responsabilidad es no votar por el binomio de Alianza País.
Si el oficialismo pierde, ¿será Jorge Glas el culpable?

Desde mediados de enero de 2017, el Partido Social Cristiano y el Movimiento CREO se enfrentan sin cuartel por ser segundos en las encuestas. Lenín Moreno sigue perdiendo intención de votos por los escándalos de corrupción de exfuncionarios cercanos a su candidato a vicepresidente, Jorge Glas. Detrás de los tres, el aspirante presidencial de la Izquierda Democrática parece tener una oportunidad en los últimos treinta días de campaña.
¿Puede un hombre de 76 años ser un outsider?

¿Va el exbanquero guayaquileño a convertirse en el próximo Álvaro Noboa?