
Rafael Correa dividió a la sociedad en dos, y en lugar de proponer un orden distinto, muchos han caído en la trampa de perpetuar la polarización. Tan poderosa fue la acumulación de resentimiento social en la última década que alcanzó para instalar a su sucesor en Carondelet, a pesar de una débil campaña y las sospechas que acechan a su binomio Jorge Glas.
¿Puede el Ecuador dejar de sospechar de sí mismo?

¿Es un mal adquirido o una conducta humana natural?

El gran legado de Alianza País es ser juez y parte en todos los espacios institucionales de control. Las elecciones demostraron que esto debe acabar.

A pocos días de las segunda vuelta electoral, la polarización en el Ecuador se ha intensificado: muchos dicen querer el cambio de un gobierno insultador y acosador, y para lograrlo están insultando y acosando a todos los que aún no se han decidido.
¿Hay una solución para la precaria convivencia social en la que insistimos?

En diez años el gobierno de la Revolución Ciudadana ha concesionado proyectos extractivistas sin consultar a las comunidades, ha humillado sistemáticamente a las mujeres solo por ser mujeres y ha cometido numerosas violaciones a los derechos humanos. A pesar de esto los opositores solo pueden justificar su rechazo hacia el régimen con la corrupción.
¿Por qué se ha vuelto tan difícil para los anticorreístas argumentar su voto?

No solo es el correísmo-anticorreísmo. Hay otras batallas que también definirán el voto de unas elecciones reñidas.
¿Cuáles son?

Los candidatos de oposición son tan patéticos que prefieren atacarse entre ellos a ganar una de las elecciones más fáciles desde que regresamos a la democracia en 1979